El origen del anillo solitario comienza en la época del antiguo Egipto. Las novias de esos tiempos comenzaron a utilizar la sortija en el dedo anular por la creencia de la “vena amoris” que se encontraba en ese dedo y llegaba hasta el corazón. Los cuales eran elaborados de materiales como: el cuero, fibras vegetales, hueso o de marfil.
Para los romanos el anillo era un aro de hierro, simbolizando fortaleza, permanencia, unión ante la sociedad y la eternidad del ciclo de vida. Más tarde esa costumbre se adaptó en distintas religiones convirtiendo al anillo en parte de la ceremonia matrimonial.
La primera persona que entregó un anillo de compromiso con diamante fue Maximiliano de Austria a María, hija del duque de Borgoña.
En el siglo II A.C se entregaban dos anillos, uno para el padre de la novia y otro a su prometida. El diseño se basaba en tener el sello de su casa, mismo que tenía la funcionalidad de una llave, los cuales abrían cajones y/o puertas donde se guardaban objetos valiosos de la familia.
Hoy en día un anillo solitario consiste en un aro de metal (oro, plata, platino, rodio, etcétera) acompañado de una piedra preciosa que generalmente es un diamante, en algunas ocasiones es sustituido o acompañado por otras piedras preciosas o semipreciosas como: Rubís, Zafiros o Esmeraldas. Estas piedras, gracias a su dureza, tienen un símbolo de fortaleza entre la pareja mientras que el anillo en general simboliza compromiso y fidelidad.